LETTERS TO EMILIA
- katerinaapril
- 15 oct 2016
- 2 Min. de lectura

Esta pequeña historia tenía que proseguir... Pero no supe hacerlo, no tuve la fuerza de voluntad suficiente como para escribirle las cartas a Emilia. Sé que tengo que acabarla, pero de momento quiero compartir mi pequeño principio.
"Las cenizas flotan dispersadas, amigas del viento y las gaviotas, llevándose consigo lo que Ricardo más ama. El olor a sal se mezcla entre las rabiosas nubes oscuras que hoy no deberían estar y se quedan allí para calarle los huesos y derrotar su anciano cuerpo. No obstante, él no se mueve. No puede hacerlo: se lo debe. Mientras observa las rebeldes olas enfurecidas que se chocan contra la roca de San Esteban, recuerda que una de las últimas cosas que le pidió fue que este día tuviera más Sol que en junio de 1964, (el día más cálido de la historia). Eso le hace pensar que tal vez la Madre Naturaleza ha querido reírse de él, jugarle una mala pasada, porque bien sabe la tierra y el cielo que no había cosa que ella deseara más que aprender a volar un día de mayo cuando el Sol brillara en lo más alto y calentara sus queridos tulipanes. ¿Y dónde está el Sol? ¿Y por qué justo hoy, después de una semana tan sofocante, las nubes deciden entristecer tanto? Tal vez, y solo tal vez, la Madre Naturaleza le ha hecho un favor, porque si hoy fuera un día veraniego, el recuerdo de ella danzando por el jardín lo habría destrozado en mil pedazos.
Entonces Ricardo no nota la lágrima que resbala por su mejilla hasta que ya es demasiado tarde y cae sutilmente en la comisura del labio inferior, lo recoge con la lengua y saborea el líquido salado. Le es familiar, lleva tanto tiempo con esas diminutas gotas en su rostro que aún no sabe si algún día cesarán. Lo que sí sabe es que hoy le ha tocado ser fuerte, arrancar de raíz la mala hierba que lo atormenta. Y no, no fue iniciativa propia y tuvo que aceptarlo igual, aunque por mucho que no lo quiera admitir su elevado orgullo, le agradece a Emilia que ella tomara la decisión, porque seguramente su poco juicio no lo hubiera dejado pensar con claridad. Él sabía que iba a querer quedarse con las cenizas, bueno, en realidad ni siquiera quería cenizas, él solo quería lo tradicional, despedirse como es debido, dejándola descansar. Por suerte o por desgracia, Emilia se negó completamente.
Por eso Ricardo está en el puerto y ella en el aire.
Por eso ella hoy está aprendiendo a volar y él a dejarla marchar."
K.
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